sábado, 24 de noviembre de 2007

CHICAS


Ocurrió al finalizar el verano. Esa tarde nos habíamos quedado solas en el chalet y mis padres no volverían hasta el día siguiente. No parábamos de reirnos. Todo nos hacía gracia y a nada teníamos respeto. Nos revolcamos por el suelo del salón en una pelea incruenta, donde se confundían brazos y piernas, bocas y manos en un tótum revolutum. El frío del suelo me hacia sentirme bien en medio del sudor de la pelea. En un momento determinado, Raquel se sentó encima de mí. Sentada sobre mi pecho, me sujetó las muñecas contra el suelo. Su minifalda se había subido del todo y dejaba ver unas piernas bien torneadas y al final de ellas, el blanco de sus braguitas era una diana para mis ojos. De repente me di cuenta.


.- Te has depilado toda, le grité.


Normalmente nos depilábamos lo necesario para que nada saliese fuera del biquini, incluso nos ayudábamos la una a la otra, pero esta vez tomó la decisión sin comentarme nada, quizás le pareciese demasiado atrevido. No sé.


Se echó a reir con todas sus ganas. Ya sé, quería provocarme y vaya si lo había conseguido. De repente, cesó de reir y sin alejar la sonrisa de su cara fue acercando su boca a la mía. No supe que hacer. Cuando sus labios llegaron a los míos, pasé de la sorpresa a la curiosidad. Hice un leve movimiento de rechazo sin ninguna convicción.


.- Estate quieta y relájate.


Volvió a besarme y esta vez sus labios se entreabrieron para acariciar los míos con la punta de la lengua. Cerré los ojos y decidí no pensar en nada. Seguía sentada sobre mi pecho pero me había soltado las manos.


.- Mirame, me ordenó.


Por primera vez me di cuenta que no me hablaba. Me ordenaba. Abrí los ojos y comenzó a desabrocharse la blusa.


.- Quién le abrá enseñado a desnudarse así, pensé.


Deslizó la blusa por sus hombros y aparecieron esas tetas acariciadas por la blonda del sujetador. No me pude resistir y sin saber como, mis manos empezaron a acariciarlas. Estaban duras y comenzaba a notar cómo se hinchaban los pezones. En un momento determinado Raquel me apartó las manos, y con unos movimientos precisos, se sacó las tetas por encima del sujetador. Allí estaban en todo su esplendor. Esa imagen la he tenido presente durante toda mi vida. Me gusta enseñar las tetas por encima del sujetador. Y me gusta vérmelas.


.- Despacio, no tengas prisa, me dijo volviéndome a poner mis manos en su pecho. Acaríciame los pezones. Así, despacio. Dame pellizcos. Más fuerte, un poquito más fuerte. Así me gusta más. Tienes las manos frías y me gusta. Pon saliva en los dedos y pásamelos despacio.


No podía creer lo que me estaba ocurriendo pero me dejé llevar.


Sus manos se deslizaron por debajo de mi camiseta y con suma facilidad, abarcaron el poco pecho que empezaba a reaccionar a las caricias. Lo estaba masajeando con fuerza, incluso me hacía un poco de daño, pero me gustaba. Rápidamente me quitó la camiseta. Cuando se inclinó para besarme de nuevo, sentí su pecho contra el mío. Me estremecí y Raquel lo notó. Se arrebujó contra mí y me paseó las tetas desde la cintura a la cara. Al llegar a mi boca, me sentí como un bebé ávido de leche y empecé a subcionar como si en ello me fuese la vida. Noté como se agrandaba y endurcía el pezón dentro de mi boca.


.- Sigue. Sigue así. Me estas poniendo a cien.


Se puso de pié y rápidamente se quitó la falda y las braguitas. De nuevo se sentó encima de mí y su desnudez me fascinó. Yo la había visto desnuda cientos de veces, pero ésta vez estaba más desnuda que nunca. Me di cuenta de inmediato. Su desnudez se reducía a su sexo.


.- ¿Te gusta? Es bonito verdad.


Se abrió más de piernas y me lo presentó en primer plano. Con sus dedos lo abrió. Era tan rosado como sus pezones y aparecía húmedo y grande. Se acarició el clítoris y apareció como por encanto. Lo pellizcó unas cuentas veces y todo su sexo pareció agrandarse. Deslizó su dedo anular a lo largo de los labios y por arte de magia desapareció ante mis ojos en la profundidad de su vagina. Lo hizo despacio, como con pereza, como para enseñarme cómo lo tenía que hacer. Una vez. Otra vez y otra y otra.


.- Quítate los pantalones que tengo ganas de vértelo.


Ya me lo había visto muchas veces y sin embargo ésta era la primera . Lo sabía, ésta era la primera vez.


Atropelladamente me quité los pantalones y el tanga. Una vez desnuda, se arrodilló a mis pies y me los empezó a acariciar. No tenía prisa y en cada dedo se llevó su tiempo. Uno a uno los acariciaba, estiraba, besaba y chupaba. Cuando se los metía en la boca, notaba su lengua caliente como pasaba una y otra vez, como si chupase un caramelo. En un momento empujó los pies hacia arriba y doblándome las piernas se abrazó a mis rodillas. Me las empezó a besar y con un movimiento lento me hizo separarlas. Cerré los ojos y me propuse sólo sentir. Sentir como su lengua se deslizaba a lo largo de mis muslos hasta llegar a mi sexo. Me agarré a su pelo como quien se agarra a una tabla de salvación. Su boca buscaba llenarse del puding en que se estaba convirtiendo. Cuando su lengua quería meterse dentro, los músculos de mi vagina empezaron a contraerse y expandirse sin control alguno.


.- Raquel, voy a correrme. Sigue. Sigue así. No pares. Méteme la lengua. Deprisa, más deprisa. Ahora.


Grité. Grité fuerte y me corrí. Un orgasmo largo e intenso me recorrió toda la columna vertebral.


Dejé caer pesadamente las piernas. De nuevo sentí el fresco de las losas del suelo que me devolvió a la realidad. Tenía a Raquel a mi lado apremiándome a terminar mi parte del juego. Me volví hacia ella y le besé en la boca. Lo hice con ganas, a conciencia. Lo notó y respondió jadeando como un perro. Mi mano se deslizó hacia su sexo.


.- Acaríciamelo. Fuerte, más fuerte. Deprisa, méteme los dedos.


Definitivamente ya no sabía nada de lo que estaba ocurriendo, pero lo cierto es que mis dedos se deslizaron dentro de ella con toda facilidad.


.- Aprieta fuerte. Métemelos otra vez. Deprisa, deprisa, deprisa, más fuerte. En el clítoris, acariciame el clítoris. Así, más, más, más. ¡Ahora!


Terminó hecha un ovillo, con mi nmano en su sexo y las suyas sujetándola para que no se moviese.


.- ¿Te ha gustado, Amparo?


.- Sí, pero no lo volveremos a hacer.


Nunca lo hemos vuelto a hacer y seguimos siendo las mejores amigas del mundo.